El síndrome Igual nomas
Alicia no sabía dónde poner las manos, las ponía torpemente a los
costados del cuerpo mientras intentaba que las rodillas no se le doblasen, el
pecho contraído y los hombros rígidos, y miraba hacia adelante pero con la
barbilla tratando de ocultarse en su cuello. Sentía que su cuerpo le era
extraño y aún más incómoda se sentía al tomar conciencia de aquello,
precisamente en ese momento.
En ese momento en el cual ella estaba en la habitación de su
“patrona”, y aunque ya había estado allí muchas veces realizando labores de
limpieza, nunca antes había estado en calidad de invitada. La señora le había
ofrecido regalarle un par de zapatos y ahora le tocaba elegir de una
larguísima hilera de espectaculares y soñados zapatos de diseñador.
La señora le había dicho: - Eligí nomas Ali cuál te gusta –
Y precisamente ese era el problema: Elegir.
Cada segundo era tan demoledor como cada palabra que intentaba
salir de su boca y se enfadaba con ella misma, y se reprochaba mentalmente y la
lucha interna se resbalaba por su frente empapada en sudor y resistía en
su ceño fruncido – El que usted me quiere dar nomas señora – al fin completó la
frase. Y como iba a elegir si ni siquiera podía ver, todo estaba frente a
sus ojos, pero no distinguía y a la vez se sentía inmersa en tanta belleza.
La señora hizo un pequeño ademán involuntario, mostrando cierta
impaciencia, pero se esforzaba por mostrarse amistosa.
- Tranquila Alicia, a ver, como es el vestido que te vas a poner? –
- No sé todavía señora… -
- Bueno, tomá, llévate estos negros que van con todo, antes eran mis
favoritos… ¿te gustan? –
- Igual nomás señora – respondió Alicia, con resignación.
Cuantas veces en la vida nos quedamos sin lo que queríamos simplemente
por no tener la osadía de reclamarlo. Pensando que no merecemos tanto,
cultivando la creencia de que ser pobre es una condición irrevocable y de que
el dinero no hace la felicidad. O que no somos lo suficientemente
apuestos como para pretender que alguien atractivo se fije en nosotros; por lo
tanto, de cierta forma, vamos negando lo que la vida trata de ofrecernos, por
continuar con ciertas creencias populares tan nocivas como ponerle tela de
arañas a las heridas.
-
Igual nomas – y
dejamos que los demás tomen decisiones por nosotros
- Ya da – y dejamos inconcluso algo que podría haber sido
perfecto con un poco más de esfuerzo, pero, ¿Para quitarnos el tiempo que
podríamos usarlo en sentarnos a tomar tereré? La cultura del “Ya da” nos ha
sumergido en la mediocridad y ha limitado nuestra visión y nuestras
pretensiones, conformándonos eternamente, con un salario para
subsistir, con un gobierno inepto y corrupto, un sistema sanitario casi
criminal por su desorganización, decidía y carencias, una justicia discutible y
el más importante un sistema educativo pobre, deplorable, desinteresado,
arcaico y vacío.
Si las palabras programan nuestra vida, ¿Qué vida les parece que
nos espera llevando generación tras generación la resignada y conformista frase
de “igual nomas”?