jueves, 13 de junio de 2013

El síndrome “Igual nomas”

El síndrome Igual nomas


Alicia no sabía dónde poner las manos, las ponía torpemente a los costados del cuerpo mientras intentaba que las rodillas no se le doblasen, el pecho contraído y los hombros rígidos, y miraba hacia adelante pero con la barbilla tratando de ocultarse en su cuello. Sentía que su cuerpo le era extraño y aún más incómoda se sentía al tomar conciencia de aquello, precisamente en ese momento.
En ese momento en el cual ella estaba en la habitación de su “patrona”, y aunque ya había estado allí muchas veces realizando labores de limpieza, nunca antes había estado en calidad de invitada. La señora le había ofrecido regalarle un  par de zapatos y ahora le tocaba elegir de una larguísima hilera de espectaculares y soñados zapatos de diseñador.

La señora le había dicho: - Eligí nomas Ali cuál te gusta –
Y precisamente ese era el problema: Elegir.

Cada segundo era tan demoledor como cada palabra que intentaba salir de su boca y se enfadaba con ella misma, y se reprochaba mentalmente y la lucha interna se resbalaba por su frente empapada en sudor  y resistía en su ceño fruncido – El que usted me quiere dar nomas señora – al fin completó la frase.  Y como iba a elegir si ni siquiera podía ver, todo estaba frente a sus ojos, pero no distinguía y a la vez se sentía inmersa en tanta belleza.

La señora hizo un pequeño ademán involuntario, mostrando cierta impaciencia, pero se esforzaba por  mostrarse amistosa.

-          Tranquila Alicia, a ver, como es el vestido que te vas a poner? –
-          No sé todavía señora… -
-          Bueno, tomá, llévate estos negros que van con todo, antes eran mis favoritos… ¿te gustan? –
-          Igual nomás señora – respondió Alicia, con resignación.

Cuantas veces en la vida nos quedamos sin lo que queríamos simplemente por no tener la osadía de reclamarlo. Pensando que no merecemos tanto, cultivando la creencia de que ser pobre es una condición irrevocable y de que el dinero no hace la felicidad.  O que no somos lo suficientemente apuestos como para pretender que alguien atractivo se fije en nosotros; por lo tanto, de cierta forma, vamos negando lo que la vida trata de ofrecernos, por continuar con ciertas creencias populares tan nocivas como ponerle tela de arañas a las heridas. 
-    
Igual nomas – y dejamos que los demás tomen decisiones por nosotros
-          Ya da –  y dejamos inconcluso algo que podría haber sido perfecto con un poco más de esfuerzo, pero, ¿Para quitarnos el tiempo que podríamos usarlo en sentarnos a tomar tereré? La cultura del “Ya da” nos ha sumergido en la mediocridad y ha limitado nuestra visión y nuestras pretensiones,  conformándonos eternamente, con un salario para subsistir,  con un gobierno inepto y corrupto, un sistema sanitario casi criminal por su desorganización, decidía y carencias, una justicia discutible y el más importante  un sistema educativo pobre, deplorable, desinteresado, arcaico y vacío.


Si las palabras programan nuestra vida, ¿Qué vida les parece que nos espera llevando generación tras generación la resignada y conformista frase de “igual nomas”?